By Hannah Dora
Después de que las empresas de perforación hubieran descubierto 796 millones de barriles de crudo bajo el bloque Ishpingo-Tambococha-Tiputini (ITT) del Parque Nacional Yasuní en el año 2007, el gobierno ecuatoriano de Rafael Correa, presidente en ese momento, se enfrentaba a un dilema sin solución fácil. Por un lado, el presidente y su partido fueron elegidos por promesas de respeto a la Madre Naturaleza y a los derechos de las comunidades indígenas, después de un largo período de políticas neoliberales que habían hecho justamente lo contrario. La región particular del Parque Nacional Yasuní que iba a ser explotada es el hogar de dos comunidades indígenas no contactadas (los Tagaeri y los Taromenane) y muestra más biodiversidad en una hectárea que toda la vida silvestre de América del Norte. Por otra parte, el Ecuador es uno de los países más pobres de América Latina y altamente dependiente de la exportación de recursos naturales. El ministro de energía del país, Alberto Costa, formó así un plan sin precedentes para dejar el petróleo bajo tierra sin renunciar por completo a los beneficios necesarios. Con la consigna de "dejar el petróleo bajo el suelo", el gobierno firmó un tratado con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el que Ecuador aceptó renunciar a la explotación petrolera, si el 50 por ciento de los ingresos esperados por las exportaciones de petróleo eran recaudados por la comunidad internacional. El papel del PNUD era principalmente la administración del fondo Yasuní, al que se debían pagar las contribuciones. El discurso de la iniciativa era que la Amazonía, a menudo llamada "el pulmón de la Tierra", no sólo sirve al Ecuador, sino que es un factor importante en cuestiones globales como el cambio climático. Aunque este plan ya había sido propuesto mucho antes por diferentes organizaciones ambientales e indígenas, sólo bajo la administración de Correa tuvo la oportunidad de ser ejecutado. La iniciativa Yasuní recibió atención y aplausos de diversos actores y regiones, tanto que el término "Yasunización" se utilizó entre académicos y activistas para describir proyectos similares para dejar los combustibles fósiles en el suelo en todo el mundo. La iniciativa no fue menos popular dentro del Ecuador, donde alrededor del 85 por ciento de los ciudadanos aprobaron la idea y propusieron lemas como 'Yo soy Yasuní' o 'Todos somos Yasuní'. A pesar de todas estas buenas intenciones, el gobierno no ocultó la existencia del Plan B para el caso de que los aportes exigidos no se recaudarían y significaba la liberación de los yacimientos petroleros a la industria petrolera. El 15 de agosto de 2013, después de que sólo se había logrado el 0,37% de las donaciones proyectadas, el presidente anunció el aborto de la iniciativa Yasuní-ITT y autorizó las actividades de extracción. En consecuencia, Correa hizo culpable a las naciones ricas por el fracaso del proyecto y justificó la explotación afirmando que los ingresos eran cruciales para las reformas sociales destinadas a combatir la pobreza y construir escuelas y hospitales, especialmente en la región amazónica. "No era caridad lo que pedíamos, era corresponsabilidad en la lucha contra el cambio climático", dijo el presidente cuando hizo pública su decisión. Era de esperar que el presidente se volviera muy impopular entre los ecuatorianos, dado que una parte tan grande de la población estaba a favor de dejar el petróleo en el subsuelo. Sin embargo, muchos comprendieron el argumento de Correa sobre la necesidad de programas sociales e incluso algunos pueblos indígenas aprobaron la explotación por las mismas razones. La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador CONAIE, por otro lado, no estaba de acuerdo y lideró las protestas contra el gobierno. A pesar de su fracaso, la iniciativa Yasuní-ITT no ha sido completamente en vano. En primer lugar, se convirtió en un "símbolo de otro mundo posible y un rechazo del capitalismo extractivo", como lo demuestra el movimiento de "Yasunización" que promueve la idea de dejar el petróleo bajo tierra en lugares tan lejanos como Nigeria. Por otra parte, destacó la corresponsabilidad de nuestro medio ambiente independiente de los estados nacionales, aunque parezca que la comunidad internacional aún está lejos de darse cuenta de ello. Por último, dio visibilidad a un dilema al que se enfrentan especialmente los países pobres con una rica biodiversidad, es decir, la elección entre proteger la naturaleza o proteger a sus ciudadanos de la pobreza. English: After drilling firms had discovered 796m barrels of crude oil under the Ishpingo-Tambococha-Tiputini (ITT) block of the Yasuní National Park in 2007, the Ecuadorian government under Rafael Correa, president at the time, was facing a dilemma with no easy solution. On the one hand, he was elected for promises to respect Mother Nature and the rights of indigenous communities after a long period of neoliberal politics that had done just the contrary. The particular region of the Yasuní National Park to be exploited is home to two uncontacted indigenous communities (the Tagaeri and the Taromenane) and displays more biodiversity in one hectare than all the wildlife in North America. On the other hand, Ecuador is one of the poorest countries in Latin America and highly dependent on the export of natural resources. The country’s energy minister Alberto Costa thus came up with an unprecedented plan to leave the oil in the ground without completely renouncing the needed profit. With the slogan of ‘leaving the oil underground’, the government signed a treaty with the United Nations Development Program (UNDP) in which Ecuador agreed to resign from the oil exploitation, if 50 percent of the revenues expected for the oil exports would be raised by the international community. The UNDP’s role was mainly the administration of the Yasuní trust fund, to which the contributions were to be paid. The initiative’s discourse was that the Amazon, often referred to as ‘the lungs of the Earth’, does not only serve Ecuador, but was an important factor in global issues such as climate change. Although such a plan had already been proposed much earlier by different environmental and indigenous organizations, it was only under the administration of Correa that it received a chance to be executed. The Yasuní initiative received attention and applause from diverse actors and regions, so much that the term ‘Yasunization’ became used among academics and activists to describe similar projects for leaving fossil fuels in the soil around the world. The initiative was not less popular within Ecuador, where around 85 percent of citizens approved the idea and came up with slogans like ‘Yo soy Yasuní’ (I am Yasuní) or ‘Todos somos Yasuní’ (We are all Yasuní). Despite all these good intentions, the government made no secret of the existence of Plan B, which was for the case the demanded contributions would not be raised and meant the liberation of the oil deposits to the petrol industry. On 15 August 2013, after only 0.37 per cent of the projected donations had been accomplished, the president announced the abortion of the Yasuní-ITT initiative and authorized drilling activities. Consequently, Correa blamed the failure of the project on the international community and justified the drilling by stating that the income was crucial to social reforms aiming at the combat of poverty and building of schools and hospitals, especially in the Amazon region. "It was not charity that we sought from the international community, but co-responsibility in the face of climate change," the president said when he made his decision public. One could expect that the president turned himself very unpopular among Ecuadorians, given that such a large part of the population was in favor of leaving the oil underground. However, many people comprehended Correa’s argument concerning the need for social programs and even some indigenous peoples approved of the exploitation for the same reasons. The national umbrella organization of indigenous peoples CONAIE, on the other hand, was not in accord and led protests against the government. Despite its failure, the Yasuní-ITT initiative has not been completely in vain. First of all, it turned into a “symbol of another possible world and a rejection of extractive capitalism”, seen in the ‘Yasunization’ movement urging to leave oil in the ground in places as far as Nigeria. On another note, it highlighted the co-responsibility for our environment independent of nation states, although the international community may still be far from realizing this. Finally, it gave visibility to a dilemma that especially low-income countries with a rich biodiversity face, namely the choice between protecting nature or protecting their people from poverty. Fuentes/References González, Javier Dávalos and Samuel Silveira Martins. 2017. “La iniciativa Yasuní-ITT: Del sueño de la moratoria petrolera a la pesadilla de los derechos colectivos.” ARACÊ – Direitos Humanos em Revista 4, no. 5: 346-364. Lalander, Rickard. 2016. “The Ecuadorian Resource Dilemma: Sumak Kawsay or Development?”. Critical Sociology 42: 623-642. Temper, L. et al. 2013. Towards a Post-Oil Civilization: Yasunization and other initiatives to leave fossil fuels in the soil. EJOLT Report No. 6. Watts, Jonathan. “Ecuador approves Yasuni national park oil drilling in Amazon rainforest”. The Guardian, August 2013.
0 Comments
Leave a Reply. |
AuthorsThis page is happy to have many authors! From some of the Two Rivers' staff to our lovely volunteer interns. WE hope we can see Ecuador in as many perspectives as there are trees in the Amazon. Archives
April 2021
Categories |